Toda estructura de nuestro cuerpo tiene una función. Para poder desarrollarla, es necesario que exista un movimiento adecuado, tanto en ella misma como en relación a otras estructuras que la rodean.
Todas las vísceras de nuestro cuerpo se encuentran íntimamente relacionadas entre sí y con el resto de estructuras mediante membranas, fascias, ligamentos, músculos, etc., por lo que es fundamental una adecuada sincronización entre los movimientos de todos los órganos y de estos con el resto de estructuras corporales.
En un estado de salud óptimo, estas relaciones armoniosas se mantienen estables a pesar de la innumerable variedad y cantidad de movimientos del cuerpo. Pero cuando un órgano no puede moverse en armonía debido a un tono anormal, creará adherencias o desplazamientos, y esta desarmonía desarrollará fijaciones y puntos anormales de tensión que harán que el cuerpo se vea forzado a moverse en torno a ellos, creándose una cadena lesional en la que se verán afectados otros órganos y otras estructuras esqueléticas, incluso a distancia de la zona de la víscera que está en disfunción. La mayoría de las veces, estas disfunciones generarán una molestia o dolor donde no existirá una lesión anatómica comprobable o visible por diagnóstico de imagen.
La terapia manual visceral asiste el movimiento fisiológico normal y ayuda a corregir el movimiento anormal de nuestras vísceras, consiguiendo estimular su movilidad y su tono. Con estas técnicas, mediante presiones y maniobras específicas, se pueden localizar y tratar restricciones de movimiento, adherencias, etc, mejorando el funcionamiento de los órganos, y, a su vez, el de las estructuras relacionadas con él, estimulándose así la capacidad autocurativa de nuestro cuerpo.